Pese a los bajos salarios que no alcanzan para cubrir la canasta básica ni hacer frente a las necesidades más perentorias, la mayoría de los dominicanos saca unos pesos de sus exiguos ingresos para apostarlos al azar.Comprar una casa, un carro, saldar las deudas atrasadas o afrontar la enfermedad de un familiar, están entre las principales motivaciones para recurrir a juegos de azar, como la loto.
Según la primera Encuesta de Cultura Económica y Financiera de la República Dominicana 2014, publicada el mes pasado por el Banco Central, el 63% de los hogares que afirman que “no les alcanza el dinero para poder ahorrar”, juegan.
El estudio, realizado con el apoyo financiero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la colaboración de la Oficina de Asistencia Técnica del Tesoro de los Estados Unidos, también advierte sobre el nivel de incidencia de los juegos de azar en hogares que son receptores de fondos públicos por vía de programas de asistencia social. En algunos de estos programas, desde el 61.5% hasta el 29.6% de los encuestados reconoce que “en los últimos doce meses, en el hogar se han comprado billetes de lotería, bancas de apuesta, etc.”.
Tan alta propensión al juego es particularmente preocupante cuando solo una minoría de los encuestados afirma que son mecanismos efectivos para incrementar la riqueza personal o familiar.
Desesperanza incentiva juegos
Aunque algunos suelen atribuir el vicio por los números a una predisposición de los pobres para malgastar el dinero, lo cierto es que las motivaciones para jugar la lotería tienen su justificación en los altos niveles de desesperanza de la población dominicana, a juicio del sociólogo y catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Juan Miguel Pérez.
“En nuestra sociedad la mayoría de las personas que apuestan son personas que saben que su destino, por más bien que les vaya, nunca podrá equipararse al ideal que ellos andan buscando, y en tal sentido, quieren dar un golpe de suerte que sería la única manera de alcanzar los niveles de vida deseados”.
Pérez entiende que en la medida en que se tiene una menor esperanza en el porvenir y la convicción de que a partir del trabajo no se puede avanzar económicamente, los miembros de una sociedad serán más proclives a echar su suerte al azar.
“La gente aspira a dar un jonrón, meterse a megadiva, o engancharse a la política, porque aquí los canales para construirte una dignidad social primero pasan por los haberes materiales, y la adquisición de esos haberes materiales es muy difícil lograrla con el trabajo serio”, afirma.
Sostiene que los jóvenes de los barrios marginados del país se miran en el espejo de sus familiares, que aun habiendo cursado estudios, reciben ingresos muy mínimos en sus empleos y confían en que un loto es lo único que los va a sacar de la pobreza.
Adivinos usan la TV para “dar los numeritos”
Conscientes de la precariedad en que vive la mayoría de la población, varios adivinos se han insertado en los medios de comunicación, especialmente en la televisión, para anunciar los números que supuestamente resultarán ganadores en los sorteos. Cristian Casablanca, Alexander Cardini y Adriana Azzi son algunas de las figuras que en poco tiempo han adquirido fama y fortuna vendiendo ilusiones. “Esas promociones cultivan la práctica, pero lo concreto es la desesperanza del pueblo en depositar en el trabajo los canales para una vida digna”, dice Pérez.
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