NUEVA YORK._ Un ladrón logró robarse el crucifijo de cinco pies y con 150 años de haber sido tallado en Alemania de la iglesia católica San Antonio de Padua en El Bronx, y tuvo el descaro de salir a venderlo por los alrededores del vecindario donde está el templo.
Fue visto por muchos feligreses de las parroquias del lugar, que reaccionaron indignados, rodearon al delincuente y lo presionaban para que entregara la simbólica estatua.
Entre los feligreses, estaba el dominicano Henry Gómez, quien se acercó al ladrón, habló con él, mientras el caco le ofrecía el crucifijo en $50 dólares.
Gómez, contó que convenció al ladrón para que aceptara otro crucifijo más pequeño, el que vendió de inmediato por $2 dólares.
El ladrón cargaba el Cristo sobre sus hombros, ofertándolo en las calles.
El dominicano le reclamó al ladrón que cómo le iba a vender la pieza en $50 dólares. "Lo rodearon, lo dejaban caminar y le decían que porqué se había robado la figura, que es Dios", relata Gómez.
Entonces, habló con el ladrón ofreciéndole el otro crucifijo más pequeño, que aceptó.
El criminal había sido visto antes por el padre Antonio Palacios de la iglesia San Anselmo, cargando con su "trofeo", lo que atrajo la atención de los comunitarios.
El ladrón, que no ha sido identificado ni se ha confirmado si fue arrestado por la policía, intentó desprender el cuerpo de la cruz, intentando quitar los clavos.
Eso produjo que el Cristo quedara mutilado, con cuatro dedos de una mano, le rompió un brazo y lo maltrató mucho.
El dominicano, rechazó el calificativo de héroe en una entrevista con el canal Bronx News 12, diciendo que "no creo que lo que hice, me haga héroe. Simplemente, es estar en el lugar preciso y defender algo que significa muchísimo".
Gómez, proviene de una familia católica tradicional y militante, acude a la iglesia San Antonio de Padua y habla inglés fluido.
El curador de estatuas, Rubén Cano, dijo que reparará los daños hechos por el ladrón al crucifijo.
Una procesión se realizó ayer martes a las 7:00 de la noche desde la iglesia San Anselmo hasta la San Antonio de Padua, para la entrega formal del Cristo de manos del sacerdote Palacios, párroco de la primera a la iglesia propietaria del crucifijo.
Docenas de comunitarios participaron en la actividad religiosa, recorrieron varios tramos del vecindario y confluyeron en el templo, donde el Cristo volvió a su pedestal.
Muchos, agradecían a Dios por la recuperación de la pieza y otros, rezaban en voz alta, incluyendo cánticos de alabanza y gratitud a las alturas.
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