El país conmemora hoy el 150 Aniversario de la Guerra de Restauración,que devolvió al pueblo dominicano la independencia nacional que habia conquistado contra la dominación haitiana, librada entonces contra las tropas españolas que resguardaban la anexión del país a España, en un tratado de
adhesión firmado por el general Pedro Santana.
La República había pasado a ser colonia española, un año y cinco meses antes del 16 de agosto de 1863, es decir, el 18 de abril de 1861, día en que a tierra dominicana llegaron las primeras fuerzas españolas.
La primera etapa de la República, dedicada por entero a defenderse de los ataques haitianos y a las pugnas por la organización política interna, estuvo caracterizada por una situación de crisis económica permanente. Las actividades productivas estaban supeditadas a las necesidades de defensa y el gobierno recurrió a empréstitos de comerciantes extranjeros y locales y a la emisión de papel moneda sin respaldo.
Para 1858 se cernía en el horizonte dominicano la posibilidad de que Estados Unidos aprovechara la debilidad política y la crisis económica para apoderarse del gobierno, como había hecho en Nicaragua.
Las negociaciones con España para fines de protectorado cambiaron entonces de naturaleza, pues el presidente Pedro Santana decidió solicitar un acuerdo de reincorporación o anexión del país a España.
El contrato planteaba las condiciones de preservar la libertad individual y no restablecer la esclavitud en territorio dominicano, que debía ser considerado como una provincia española que permitiera a sus habitantes disfrutar de los mismos derechos que las demás.
España debía, además, utilizar los servicios del mayor número posible de funcionarios públicos y militares del país en el nuevo gobierno, amortizar todo el papel moneda circulante y reconocer como buenos y válidos todos los actos de los gobiernos nacionales desde 1844 hasta la fecha de la anexión.
Las medidas permitieron a las élites políticas conservadoras, especialmente las que habían sido beneficiadas por Santana, el disfrute de los privilegios que una posible ocupación norteamericana o el fortalecimiento de las fuerzas liberales habrían puesto en peligro.
El 18 de marzo de 1861 se proclamó la anexión a España en la explanada de la Catedral de Santo Domingo. Las reacciones populares contrarias no se hicieron esperar y crecieron las manifestaciones de protesta pocos días después. Hubo pueblos que intentaron amotinarse, el general José Contreras se levantó en armas, mientras que Francisco del Rosario Sánchez (exiliado desde años atrás) formó una expedición que, entrando por Haití, intentaba la “Regeneración de la República”.
Todas estas expresiones del sentir nacional fueron sofocadas y sus cabecillas fusilados.
Pero dos años después, entre la medianoche y el amanecer del 15 al 16 de agosto, catorce héroes entre los cuales uno no ha dejado su nombre a la historia (el soldado desconocido) y un español, José Angulo (corneta) entraron a Capotillo, un remoto lugar cerca de la frontera norte con Haití, para comenzar la Guerra Restauradora. España era, por esos días, una de las potencias militares más grandes y aquí, en el vecindario del mar y de islas del Caribe, tenía de un lado a Cuba y del otro a Puerto Rico, desde donde podía enviar fuerzas poderosas a esta tierra dominicana.
Guerra y batallas trascendentes
Al decir de Bosch, “la guerra restauradora es el acontecimiento histórico más importante de la República Dominicana. Y es el más importante porque en él tomó parte directiva, activa y principal, el propio dominicano. No fue una guerra hecha por caudillos, fue una guerra hecha por el pueblo”. Hubo, entre el 18 de marzo y el 16 de agosto, muchos mártires, que serán siempre imperecederos para la historia, sobre todo, los catorce hombres del 16 de agosto, que en las sombras de la noche entraron por el Capotillo español.
En la guerra restauradora
“A este pueblo nuestro no le importaba cuántos cañones, ni cuántos barcos de guerra, ni cuántos miles de hombres, ni cuántos oficiales bien preparados podían combatir aquí contra ellos” (Juan Bosch).
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