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viernes, 16 de agosto de 2013

La Guerra de Restauración contó con apoyo popular

La Guerra de la Restauración tuvo desde el primer momento el apoyo resuelto de las grandes masas del pueblo dominicano porque en ella se reunieron una guerra de liberación nacional y una guerra social, en las cuales participaban a la vez hombres animados de poderosos sentimientos patrióticos y hombres de acción.
Estos actores van a los campos de batalla en busca de ascenso social, y en ocasiones, como pasó en la de la Restauración, hombres en quienes se daban los dos estímulos, el patriótico y la necesidad de ascender socialmente.
La guerra de la Restauración comenzó el 16 de agosto de 1863 y el día 22 caían en manos de los restauradores Guayubín, Dajabón, Monte Cristi, Sabaneaba (hoy Santiago Rodríguez); el día 24 el capitán general español declaraba el estado de sitio en todo el país.
Mientras que el 28 de ese mismo mes caían en poder de los insurgentes el ayuntamiento y el cuartel de Puerto Plata, La Vega, San Francisco de Macorís, Cotuí; el 30 cayó Moca y Gaspar Polanco. Llevaba a Santiago mil hombres con los que iba a iniciarse ese mismo día la batalla conocida con el nombre de esta ciudad.
A los dieciocho días de haber comenzado la guerra, las tropas españolas de Santiago estaban refugiadas en la fortaleza San Luís, y tres días después, el 6 de septiembre, los restauradores le daban fuego a la capital del Cibao, un hecho único en la historia de las guerras de independencia latinoamericanas.
El día 14 salió Luperón hacia Moca; el 15 despachó desde La Vega al general José Durán para San Juan de la Maguana por la vía de Jarabacoa y Constanza, y para fines de mes ya el general Durán había llevado la revolución a todo el Sur mientras Luperón se establecía en Bermejo y enfrentaba a Santana, que había acampado en Guanuma.
Para tener conciencia clara el pueblo dominicano debe conocer en detalle, y de ser posible a fondo, lo que fue la guerra de la Restauración, ese acontecimiento histórico extraordinario que no fue igualado en países de la América nuestra más ricos, más cultos, más poblados que la República Dominicana.
Pero es el caso de que aunque se ha escrito bastante sobre esa epopeya, se ha hecho, sin embargo, con criterio polémico o para darles claridad a éste o aquél o a varios episodios o para destacar a tal u cual personaje de esa guerra, pero ésta no ha sido expuesta como un todo operando a nivel nacional gracias a la capacidad de acción de los hombres que la dirigieron pero también de los que la hicieron desde los puestos más bajos.
Salvo en el caso de Pedro María Archambault, los historiadores de esa guerra no llegaron a darse cuenta del papel que jugó en ella el general Gaspar Polanco, pero además, por razones de clase, Gaspar Polanco aparece disminuido ante el juicio de las generaciones posteriores a la epopeya restauradora.
Porque no se le perdona el fusilamiento de Pepillo Salcedo, que en el orden clasista de la sociedad dominicana de la época ocupaba un lugar tan elevado como el que más, de manera muy especial entre los altos pequeños burgueses del Cibao.
El fusilamiento de Pepillo Salcedo fue un error, pero un error que se explica en el carácter del hombre que ordenó en un momento difícil de la revolución Restauradora el hecho más importante de la guerra: el incendio de Santiago.
Gaspar Polanco no tiene estatuas y su nombre es uno más entre los de los jefes de la Restauración, pero pocas veces, si es que se vio alguna vez, ha visto América la capacidad de decisión, el coraje sin freno, la voluntad de la victoria que se reunieron en ese extraordinario analfabeto que había nacido en un campo de Guayubín.
Los dominicanos de hoy se imaginan a los hombres de la Restauración vestidos con uniformes como los que años después, cuando se hallaban en posiciones de las más altas, usaban Luperón y Ulises Heureaux, o con los trajes que vestían los altos pequeños burgueses de Santiago.
Pero lo cierto era que los jefes y los soldados de la epopeya Restauradora vestían de otra manera, tal como lo dice Pedro F. Bonó en su descripción del cantón de Bermejo: “No había casi nadie vestido. Harapos eran los vestidos; el tambor de la Comandancia estaba con una camisa de mujer por toda vestimenta; el corneta estaba desnudo de cintura para arriba. Todos estaban descalzos y a pierna desnuda”.
En aquellos tiempos el hombre del pueblo que se las arreglaba para tener un caballo no podía ponerle una silla de montar hecha de cuero y con estribos sino un aparejo que se hacía con hojas de plátanos amarradas con hilo de cabuya y cubiertas por cuero de chivo; y así iban los dominicanos a la guerra, sobre esos aparejos, con los pies al aire y descalzos, armados de machetes y si acaso de fusiles, cuando se adueñaban de los que llevaban soldados españoles heridos o muertos.
La guerra de la Restauración fue una revolución burguesa frustrada, como lo había sido la separación de Haití y como lo fue la revolución de Abril de 1965.
La situación económica del país a mediados del siglo XIX, Comparación de la economía dominicana con la cubana, La baja de valor del peso en 1857 y sus causas, La guerra contra Haití produjo muchos ascensos sociales, El movimiento revolucionario de 1857.
Lo que dijo Angulo Guridi de la Capital en 1852 era válido en. 1860 a juzgar por la descripción que del país hiciera el militar español brigadier don Antonio Peláez Campomanes, jefe del Estado Mayor de la Capitanía General de Cuba que había venido con el encargo de estudiar la situación dominicana para conocimiento del capitán general de la vecina isla, a quien el gobierno de España había encargado de informar a Madrid acerca de si convenía o no aceptar la anexión de la República que Pedro Santana estaba ofreciéndole a la reina Isabel II.
Riverend en su Historia Económica de Cuba (Instituto Cubano del Libro, 1971 páginas 390-91), dicen que en los cuatro años que corrieron de 1856 a 1859, ambos incluidos, las importaciones cubanas de sólo tres países, Estados Unidos, Inglaterra y España, llegaron a 100 millones 756 mil pesos.
Es a la luz de la situación de miseria generalizada en que vivían los dominicanos entre 1850 y 1857 como hay que ver los acontecimientos de este último año, el levantamiento contra Báez que dirigió el comercio cibaeño encabezado por el de Santiago, pero no podemos caer en la simpleza de achacarle ese quiénes?.

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