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viernes, 2 de noviembre de 2012

PUEBLO NUEVO MURIO: Doña Goya, con 118 años, cuenta vivencias esparcidas en el tiempo--SU HISTORIA


Nació en Loma de Cabrera y se fue a Santiago. Vive en Pueblo Nuevo con su hija, María, de 90.
SANTIAGO. De piel frágil y arrugada pero con el sabor de la vida más allá de lo esperado, con buena salud y un humor desbordante, si se autentifica su edad, Gregoria Disla Germosen, cariñosamente “doña Goya”, podría ser una de las personas más vieja del mundo y pasar a formar parte del libro de récords Guinnes.
Tanto los moradores de Pueblo Nuevo como su única hija sobreviviente testifican que cumplió 118 años, y ver a doña Goya es darse un baño de corazón abierto y pensar sólo en que nuestra existencia es más que un milagro; es testificar que en la vida hay ingredientes que en ciertas circunstancias tienen un sabor dulce y una agradable muestra de lo misterioso.
Según los datos obtenidos, ella nació en 1890 en Loma de Cabrera, hija de Benita Disla Monción y Conrado Monción.
Su receta para vivir mucho tiempo es “no preocuparse demasiado” y sostiene que parte de los problemas de los jóvenes de hoy es que no asimilan el consejo de los padres y se desvían por los caminos equivocados.
Una hermana de madre acaricio la idea de buscar nuevos horizontes en Santiago. Fue así como un día soleado de mayo armó su maleta en Loma de Cabrera y se marchó, por allá por 1910.
Es así como a la edad de 16 años, Gregoria Disla llega a esta ciudad y se establece junto a su hermana.
Formó una familia de cuatro hijos, tres hembras y un varón, con el sanjuanero Saturnino Pérez, de los cuales solo le sobrevive Ana María Disla, de 90 años, quien cuida de ella y la alimenta cada día. “Mamá ya se había metido a vivir con mi padre y vivía allá arriba donde le llamaban “la estación”, que ahora es donde está el edificio de los Bomberos, y el gobierno decidió mudar todos esos ranchitos de yagua de arriba del puente para acá abajo, y cuando fundaron a Pueblo Nuevo ya mamá vivía aquí”, comenta.
Doña Goya se hizo famosa por que hacía las empanadas más ricas de Santiago, y allí convergían todos a comprar las famosas empanaditas de doña Goya, al igual que “la caipita” y “cueritos de puerco”, las que vendía frente a su casa en la calle Manuel de Jesús Tavárez número 68, y los propios moradores saborearon las empanadas de doña Goya por una inmensidad de años.
“La gente gozaba con esas empanadas, yo las hacia de yuca guayada, para poder vivir, y todos los hombres y mujeres se sentaban aquí. Imagínate, todos eran míos. Yo les agradezco que siempre vienen a visitarme”, comenta doña Goya.
Esta anciana tiene nietos, tataranietos y chornos, y aun con su avanzada edad camina.
Se lava la cara, habla de sus cosas, fuma un tabaco y reza el santo rosario varias a veces al día.
Su hija agrega que nunca ha estado interna por problemas de salud, y dice que detesta los vegetales, pero que adora la leche.
Al proceder de una familia de agricultores, nunca se preocupó por estudiar, ya que tuvo que trabajarduramente para sobrevivir.
Desde hace mucho tiempo dejó de comer carnes. Ahora su hija Ana María le hace comida suave, “toma mucha avena, y siempre pide un casabito con huevo frito. Le encanta la batata y come arroz normal”, dice.

La clave

1. En pie de lucha
Nació a la sombra de augurios tan adversos, que nadie le habría pronosticado una larga vida. El bohío donde ella gritaba su primer desafío al mundo se caía a pedazos, y las devastaciones de la isla, carente de toda reglamentación alimentaría, estaba en precario equilibrio, para la gente humilde. Pese a cualquier vicisitud, supo sobreponerse a los embates del destino y darle siempre la cara confirmeza, voz decida y con corazón firme. De manos prodigiosas para amasar la harina, de aspecto frágil, nunca tuvo miedo al trabajo, porque sabía que debía enfrentarlo y asumirlo como una forma de echar adelante y de no darse por vencida ante ningún embate.

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