El 12 de enero de 2010 el país caribeño sufrió un terremoto que devastó a la nación entera, la cual pasó de “estar de moda” a un olvido que sólo ha incrementado su descomposición social. El terremoto en Haití dejó un saldo de 230 mil muertos y alrededor de 700 mil refugiados en campamentos, con miles de niños huérfanos. Viven hacinados, drogados y alcoholizados, prestos a violaciones y ultrajes, sin dios ni gobierno que los ayude.
El Universal hace un extraordinario reportaje de la situación actual de Haití, donde mujeres, desde niñas y adolescentes, se prostituyen por agua, donde
cuatro litros pueden costar alrededor de 7 pesos mexicanos, agua que además no siempre es salubre, pues la epidemia de cólera ha cobrado la vida a 7 mil personas.
En el campamento Plaza Champ de Mars, en Puerto Príncipe, sobreviven 20 mil personas rodeando las ruinas del Palacio Nacional destruido desde 2010 por el terremoto. De una veintena de albergues, éste tiene el primer lugar en prostitución infantil; prácticamente no hay niñas vírgenes, y quien no se vende por el vital líquido, simplemente es violada; los casos de violación a niñas desde los dos años de edad es parte de la cotidianeidad de miles de huérfanas y desamparados que se levantan de sus casuchas maltrechas, semidesnudas y hambrientas, algunas embarazadas, a pasar un día más de tribulaciones.
Si bien las mujeres se prostituyen por agua, en otros casos, son simplemente abusadas con impunidad por los delincuentes que se encuentran en el paraíso de la pederastia. La Organización Internacional de Migraciones de la ONU reporta que el 97% de casos de abuso sexual reportados fueron con menores de edad (cifras altas; sin embargo, hay un mundo sin reportar).
La descomposición social de Haití a dos años del terremoto es gravísima: prostitución y abuso infantil, enfermedades mortales, pobreza extrema, delincuencia impune, drogadicción y un cúmulo enorme de lo que es una isla navegando sin rumbo en el océano del olvido.
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