Por Claudio Concepción:
Hace mucho que es un lujo montarse en un coche como se le llama en Santiago a los artefactos clásicos que nos distinguen como ciudad, y que antes usábamos popularmente y con frecuencia para diligencias, como llegar a casa desde una terminal de carros, o guaguas, cargar las compras de los almacenes, o del mercado, o simplemente pasa pasear en momentos de festejos y celebraciones.
A veces los estudiantes reunían colectas en grupos y llegaban al sector; los fines de semana paseaba la familia, o la pareja por las calles de la ciudad, un andar romántico, del que hasta en nuestra inmadurez emocional rechazábamos, cuando la ciudad empezaba a cambiar y nos invadían nuevos estilos y medios de transporte. De pronto lo cambiamos por el carro, y hasta por el motoconcho, quedando relegado el coche para los novelescos y como reliquias de carnaval, fiestas y costumbres culturales. Aún así, siempre ha sido parte querida y sentida de nuestra idiosincrasia, pionero y testigo del desarrollo de Santiago.
Es el peso del tiempo lo que ha revelado el silencio del caballo, en su noble servidumbre con el hombre, que ya no se puede continuar usándolo como una máquina, o peor, que existen demasiadas opciones para suplantar su servicio, ofrecido a costa de su
piel. Y por fin, aparece ley de Protección Animal y Tenencia Responsable, que prohíbe el uso de animales para el arrastre de carretas u otros vehículos empleados ya sea en la venta de productos comestibles, como en servicios; una gran conquista de la casta dominicana.
El coche, es una semblanza de nuestra ciudad corazón, representa una de las estampas más simbólicas de la identidad cultural que caracteriza a la anfitriona del Yaque y del Monumento a los Héroes de la Restauración. Si se ha de cumplir esa ley, la carroza de los coches ya no podrá ser tirada por los caballos.
Lo que implica un cambio en el medio de transporte, que en los últimos años ha sido dedicado exclusivamente para fines turísticos de nacionales y extranjeros. A propósito que los dominicanos residentes en el extranjero en sus visitas periódicas a la ciudad son los que más lo utilizan en su reiterada nostalgia.
Pero también, este cambio tradicional de la carroza ser remolcada por caballos, pasar a ser remolcada por un vehículo de motor, lo más probable y sin quizás muchos de estos coches van a desaparecer, o simplemente reducirse a unos cuantos, lo que es dramático y eminentemente definitivo a partir de lo en adelante. Todo esto transforma nuestra cotidianidad citadina.
El clásico paseo en coche en la ciudad de Santiago peligra, -porque la ley prohíbe que los caballos sean utilizados tirando carretas, para evitar maltratos, crueldad y enfermedad al animal-, y las autoridades de la ciudad, sobre todo, han de buscar alternativas para garantizar la continuidad de la tradición, y para que siga siendo la actividad comercial una fuente de trabajo para los que se dedican a ella.
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